lunes, 8 de febrero de 2010

Pensar la contemporaneidad: soja transgénica x sangre indígena


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Celina Pérez, toba, internada en el Hospital Güemes del Chaco, tuberculosa, desnutrida, deshauciada, 42 años. En la hora que visité el hospital no vi médicos ni enfermeras, sí muchas moscas. Está alojada en la sala de Tisiología para mujeres.

El viernes y sábado estuve en el Chaco, en la zona del Impenetrable, realizando una investigación para mi nuevo libro y tratando de entender con qué nueva frontera están siendo obligados a toparse los indígenas de la región: tobas en su mayoría, pero también wichis y mocovíes.

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Los políticos sólo aparecen para pedir votos, luego no vuelven más

Acompañada por el abogado Rolando Nuñez, pertenenciente al Centro de Estudios Nelson Mandela de Resistencia, recorrí el Impenetrable, una zona de cuatro millones de hectáreas de monte espinoso que por derecho histórico perteneció a los indios.

Allí trabajaban en lo que toda su vida trabajaron, antes de que yo y vos que lees esto naciéramos o que nuestros antepasados nacieran.

Ahora el monte, convertido en un gran loteo de tierras fiscales, ha sido vendido a precios irrisorios y los indios fueron expulsados, quitándoles de este modo toda posibilidad de continuar con su trabajo, están arrinconados en los bordes del monte, en zonas ya áridas llamadas banquineras.

Recorrí Rio Bermejito, Fortín Esperanza y el Colchón, a 350 kilómetros de Resistencia, donde visité por los menos 40 familias en las que vi desnutridos de todas las edades, tuberculosos, chagásicos; distintos nombres, historias idénticas.

Durante el camino Rolando Nuñez trataba de explicarme la situación.
Me decía esto:


"Los indios y los pobres criollos -el 96 por ciento vive bajo la línea de indigencia y el 98 bajo la linea de pobreza-están encerrados en espacios y reservas muy reducidas. Esta situación atenta también contra la calidad de vida. El pueblo toba, por ejemplo, era un cazador y pescador, así se movía en un espacio determinado, por un tiempo determinado, y luego migraba hacia otro lugar, repetía esa situación, para dejar descansar el monte, que los recursos naturales se fueran reponiendo. Era un pueblo nómade ahora obligado a ser sedentario.

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Abraham, toba, 56 años, me dijo que sólo espera la muerte

Fueron arrinconados en espacios muy reducidos, con montes que están agotados y que no se pueden reponer producto de que no se los deja descansar.

Después está la ampliación de la frontera agropecuaria, es decir de todo el monte usurpado para cultivar soja de manera desquiciada, sin control, como monocultivo y sin rotación. Pronto el monte será un páramo árido.

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Familia toba con desnutrición crónica. Ellos siempre fueron así. Su extrema delgadez les parece normal. El hambre es parte de su vida. Alimentación básica: torta a la parrilla hecha con grasa, harina y sal. A veces sólo comen harina.

Por otra parte ocurre el aprovechamiento forestal irracional, sin control del Estado que apunta a las maderas más preciosas como el algarrobo, el quebracho, el lapacho, el itín.

El algarrobo simboliza casi todo, porque a través de la algarroba las comunidades indígenas obtenían las proteínas, era el eje central de la dieta proteica, al ir desapareciendo hoy se mantienen con grasa, con harina, cuando tienen sal aparece la torta parrilla con sal. A veces un poco de fideos, con suerte arroz y carne casi nunca.

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Esta dieta impuesta por circunstancias que no eligieron y que no están en condiciones de revertir llevó a la desnutrición, a la hipertensión, a la diabetes por desnutrición o por mal nutrición, a las enfermedades infecciosas: a la tuberculosis, al chagas, a las otras enfermedades. La tuberculosis y el chagas integran gran parte de las cifras negras de la salud pública. No se detectan los enfermos de tuberculosis, no se les hace estudios de esputo, es lo mismo con el chagas, no se le extrae la sangre para hacerle los estudios serológicos para determinar si efectivamente está infectado y si está enfermo. Si se detectara la existencia del número real de tuberculosos y de chagas colapsaría el sistema estadístico de la República Argentina y quedaría en evidencia que a lo largo de las últimas décadas no se hizo absolutamente nada, lo único que se hizo fue silenciar la enfermedad manipulando la estadística. Incluso no hay censo de los indígenas. Nosotros decimos que hay 50 mil pero es una cifra aproximada. La ausencia de censo es parte de un plan para ocultar este genocidio. Si no se sabe cuántos son, no se sabrá jamás cuántos van muriendo".

Este es el punto: el modelo soja exige que se extingan los pueblos indígenas del Chaco, para empezar.

Son invisibles, nadie habla de ellos, no están en la agenda politica; sólo rankean cuando hay elecciones: allí se repartes bolsines con comida y se regalan bicicletas y se hacen promesas que no se cumplen.

Hoy los candidatos a gobernador de la provincia están en un empate técnico y negociando cómo se reparten la caja chica o si llegan a un acuerdo para llegar al ballotage.

Nadie cree que piensen en los indios y ni siquiera ya es importante pensar si ellos piensan.

Los tobas, son chaqueños, son argentinos: la pelota está de nuestra parte.

¿Qué va a hacer el pueblo chaqueño, que vas a hacer vos para parar este genocidio que como en un plan perverso sucede lentamente, gota a gota.

¿No es hora de dejar de esperar de los otros y actuar?

Insisto: qué vamos hacer, que no sea puro y coyuntural asistencialismo para que estos dueños de la tierra no sean empujados por una frontera inventada -la agropecuaria, la de la soja, la de la ambición desmedida por llenar las arcas- al abismo.

Quizá debamos lamentar la pérdida de una generación pero están los muy jóvenes y los muy niños.

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Los niños y los más jóvenes -todos escolarizados-, la brecha entre el precipicio y la frontera.

En los adultos encontré la mirada de un pueblo con la voluntad quebrada, que no espera nada, acaso la muerte. Pero sus hijos pueden tener otro destino.

Entre la frontera y el precipicio todavía hay un pedazo de tierra. El de la esperanza, la única y quizá la última antes de la anunciada extinción.

¿Para qué lado vamos a empujarlos?

Yo los miré a los ojos. Ellos no se quieren caer, habría que ayudarlos para que ellos mismos encuentren los medios que los traigan del lado de la vida.

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